Crónica culinaria

Gastronomía orgánica pa’ chuparse los dedos

Visitamos la tienda de comida orgánica Tierra Viva, un reducto de naturaleza pura en medio de la ciudad de Santiago. Acá, un crónica vivencial que da cuenta de la comercialización de productos extraídos de la tierra sin intervención alguna. Como si estuviéramos en épocas primitivas.
Por Patricio Contreras Vásquez

Es miércoles, llueve y, como dice Rubén Darío, “el cielo está opaco, el aire frío, el día triste”. Pero mientras el cielo lagrimea, el smog se esfuma y el pulmón del santiaguino respira tranquilo. Enfilamos unas cuadras hacia el sur de la Plaza Ñuñoa y llegamos a Tierra Viva, un reducto de pureza gastronómica que distrae las brumosas y grises melancolías del universo narrativo de Darío. El local vende productos orgánicos sacados de la tierra sin intermediación de químicos o fertilizantes, al estilo paleolítico.


En medio de la polémica del ambiente agrario por los proyectos de la cuestionada multinacional Monsanto en Chile —que desde la próxima primavera aumentará su cultivo de soya transgénica hasta llegar a 20 mil hectáreas en el 2010—, Tierra Viva ha apoyado a las ONG que se oponen a este tipo de prácticas. ¿La lucha? Liberar a nuestros suelos del efecto maléfico de cultivos transgénicos que afectan el medio ambiente. ¿Una alternativa? La comida y ecología orgánicas.
Si excluimos la corriente eléctrica, la estufa a gas y el teléfono, obtenemos un paradigma ornamental de esta cultura: pisos de madera bien cuidada, muros verde limón y cajones roñosos acompañan a hortalizas, mermeladas y masas integrales que dormitan en el lugar, a la espera de un paladar refinado que los engulla con devoción.


Marcelo Antúnez administra la tienda hace cuatro años y nos cuenta algunas anécdotas: una señora reclamó por una manzana apolillada, soslayando que la presencia infame de ese insecto vivaracho es la prueba fehaciente de que el producto es más sano que un yogur. Olvídense de los rojos tomates tipo campaña de marketing: la regla de la agricultura orgánica es que nada intervenga, sólo las manos cultivadoras. La tierra, el ser humano y su panza insaciable.
Mientras cae el aguacero, las tripas se entusiasman. Para los estómagos famélicos, la cafetería del local es la picada “a la suerte de la olla” y su almuerzo cuesta tres mil pesos. Será orgánico pero el trueque ya pasó de moda. “El riesgo vale la pena —acota Marcelo—. En aroma, en sabor, en aporte nutricional; estos alimentos cambian totalmente respecto a lo que comemos comúnmente”. Otra alternativa es el restaurante La Isla (en la fotografía), al costado de la Plaza Ñuñoa, y que funciona como centro culinario auto sustentable, gracias al mini huerto que los provee de los manjares de la Pacha Mama. Para los con billetera ancha, el Hotel Sheratontambién ofrece platos orgánicos cuyos ingredientes son comprados a Tierra viva.
Pero no sólo de pan vive el hombre, y por eso los clientes de Tierra Viva han iniciado una dinámica ecológica que ya la querría Al Gore. “No podemos ir en contra de la ecología”, acota Marcelo al explicarnos que las bolsas que usan son aportadas por los consumidores. Las bolsas de polipropileno que cobijan las legumbres son las más veloces en decir adiós y esfumarse de la faz de la tierra. La basura y los productos descompuestos son arrojadas a un cajón gobernado por lombrices, produciendo un humus de cualidades fertilizantes poderosas.
¿Y es más cara la comida orgánica, se preguntará usted? Tierra Viva no compite contra los supermercados, pero sí los toman como referencia. “Los pimentones están a doscientos todo el año, mientras que en los supermercados está variando siempre. Estamos más baratos en algunos productos y ellos están más baratos en otros”, sentencia Marcelo. La Isla, por otra parte, ofrece su sopa de hortalizas de la estación —y de la casa— a mil nueve cincuenta. Los agregados más baratos son los que cultivan en el mismo lugar. Siempre orgánicos.
Para los deseosos de purificar sus cuerpos, martes y viernes llega verdura fresca a Tierra Viva. Si va, hágalo anticipadamente, porque los clientes frecuentes tienen más datos que sapo de micro y se lo llevan todo. ¿El incentivo? Consumirá algo que no daña ni al medio ambiente ni a su intestino delgado. Para horarios y dirección visite http://www.tierraviva.net/.
Cuando llueve en Santiago se limpia el aire, pero los días son tristes. En el mundo de los alimentos orgánicos, empero, todo el año se respira la tierra pura de nuestra “loca geografía”, como dijo una vez Benjamín Subercaseaux. Un cuento alegre como los que le gustaba contar a Darío. Esos que le abren una sonrisa a cualquiera. O que despiertan el apetito.
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La tienda Tierra viva está ubicada en calle Dr. Johow 889, Ñuñoa, Santiago.
Su teléfono es el 2391551

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